You believe that the Sun is much larger than the Earth, that the Earth is a roughly spherical planet that rotates on its axis every 24 hours and it revolves around the Sun once every 365 days. You believe that you were born on a particular date, that you were born to two human parents and that each of your human parents was born on an earlier date. You believe that other human beings have thoughts and feelings like you do and that you are not surrounded by humanoid robots. You believe all of these things and many more, not on the basis of direct observation, which can't, by itself, tell you very much about the relative size and motion of the Sun and the Earth, or about your own family history, or about what goes on in the minds of other humans. Instead, these beliefs are mostly based on what you've been told. Without spoken and written testimonies, human beings could not pass on knowledge from one person to another, let alone from one generation to another. We would know much, much less about the world around us. So learning about a topic by asking an expert on that topic, or appealing to authority, helps us gain knowledge, but, it doesn't always. Even the most highly respected authorities can turn out to be wrong. Occasionally this happens because a highly respected authority is dishonest and claims to know something that she or he really doesn't know. Sometimes it happens just because they make a mistake. They think they know when they don't know. For example, a number of respected economists did not expect the financial collapse of 2008. They turned out to be wrong. Maybe they were wrong because they were overlooking some important evidence. Maybe they were wrong because they were misinterpreting some of the evidence they had noticed. Or maybe they were wrong simply because they were reasoning carelessly from the total body of their evidence. But whatever the reason, they turned out to be wrong and many people who trusted their authority ended up losing lots of money, losing lots of other people's money, on account of that misplaced trust. So while appealing to authority can sometimes provide us with valuable knowledge, it also can sometimes be the cause of monumental errors. It's important to all of us to be able to distinguish those occasions on which we can safely and reasonably trust authority from those occasions on which we can't. But how do we do that? In order to do that, nothing is more useful than an authority's track record on a particular topic. If someone turns out to perform well in a given situation much of the time, then it's likely that he or she will continue to perform well in that same situation, at least in the near term. And this generalization holds true of the testimony of authorities as much as of anything else. If someone can consistently pick winners in both politics and baseball, then we should probably trust him or her to keep on picking winners in both politics or baseball, though maybe not in other things where his or her track record may be less stellar. If other forecasters have a poorer track record on those same two topics, then we shouldn't trust them as much. So whenever you're considering whether to trust the testimony of some authority, the first question to ask yourself is, "What's their track record on this topic?" And notice that you can apply the very same lesson to yourself. Your instincts tell you that you've just met Mr. Right, but what sort of track record do your instincts have on topics like this one? Have your instincts proven themselves to be worthy of your trust? Just as we judge other people's testimony by their track record, so, too, we can judge our own instincts by their track record. And this brings us one step closer to an objective view of ourselves and our relation to the world around us.
Uno cree que el Sol es mucho más grande que la Tierra; que la Tierra es un planeta más o menos esférico, que rota sobre su eje cada 24 horas y que gira alrededor del Sol una vez cada 365 días. Uno cree que nació en una fecha determinada, que nació de dos padres humanos y que cada uno de nuestros padres humanos nació en una fecha anterior. Uno cree que otros seres humanos tienen pensamientos y sentimientos como uno y que no estamos rodeados de robots humanoides. Creemos todas esas cosas y muchas más, no en función de la observación directa, que no puede, por sí misma, decirnos mucho sobre el tamaño y movimiento relativo del Sol y de la Tierra, o sobre nuestra propia historia familiar o sobre qué hay en la mente de otros humanos. En su lugar, estas creencias se basan principalmente en lo que nos han contado. Sin testimonios orales o escritos, los seres humanos no podríamos pasar el conocimiento de una persona a otra, por no decir de una generación a otra. Sabríamos mucho, mucho menos sobre el mundo que nos rodea. Por eso aprender de un tema preguntando a un experto en ese tema, o apelando a la idoneidad, nos ayuda a ganar conocimiento, pero no siempre es así. Incluso la gente más respetada puede llegar a equivocarse. De vez en cuando esto ocurre porque un referente muy respetado es deshonesto y dice saber algo que en realidad no sabe. A veces ocurre que cometen un error. Piensan que saben cuando no saben. Por ejemplo, varios economistas respetados no esperaban el colapso financiero de 2008. Resultó que estaban equivocados. Quizá se equivocaron porque pasaron por alto alguna evidencia importante. Quizá se equivocaron porque malinterpretaron algunas de las pruebas que observaron. O quizá se equivocaron simplemente porque en su razonamiento desatendieron todas sus evidencias. Pero cualquiera fuere la razón, resultaron estar equivocados y muchas personas que confiaron en su idoneidad terminaron perdiendo mucho dinero, perdiendo mucho dinero de otras personas, debido a esa confianza mal puesta. Así que apelar a la idoneidad a veces puede aportarnos un conocimiento valioso, pero también, a veces, puede provocar errores monumentales. Es importante que todos podamos distinguir esas ocasiones en las que confiar razonablemente con seguridad de esas ocasiones en las que no podemos hacerlo. ¿Pero cómo lo hacemos? Para lograrlo, nada más útil que el registro de idoneidad en un tema particular. Si alguien tiene un buen desempeño en una situación dada la mayor parte del tiempo, entonces es probable que siga teniendo buen desempeño en esa misma situación, al menos a corto plazo. Y esta generalización es válida para certificar idoneidad en otros ámbitos. Si alguien elige ganadores en forma sostenida, sea en política o en béisbol, quizá deberíamos confiar en esa persona al elegir ganadores en política o béisbol, aunque quizá no en otras cosas en las que su registro no sea tan estelar. Si otros pronosticadores tienen un registro más pobre en esos mismos temas, entonces no deberíamos confiar mucho en ellos. De modo que si están considerando confiar en una autoridad en la materia lo primero que deben preguntarse es: "¿Cuál es su registro de idoneidad en este tema?" Y observen que pueden aplicar el mismo criterio para Uds. mismos. Tus instintos te dicen que acabas de conocer al hombre perfecto, pero, ¿qué registro de idoneidad tienen tus instintos en este tipo de temas? Tus instintos, ¿han demostrado ser dignos de confianza? Así como juzgamos el testimonio de otros con su registro de idoneidad de igual modo podemos juzgar nuestros instintos con el mismo registro. Y esto nos acerca un paso a una mirada objetiva de nosotros mismos y a nuestra relación con el mundo que nos rodea.