Después de 10 años de lo que ahora llama; su década de “hermoso caos”, ocurrió… era viernes al mediodía, estaba compartiendo un shawarma de pollo con un amigo maravillosamente iluminado con quien intercambiaba lecciones de baile de Salsa por prácticas de meditación Qigong. Él estaba, como siempre, escuchando atentamente su charla de 100 km/h sobre lo que había hecho esa semana, sus nuevas ideas, acontecimientos, certificaciones, presentaciones y competencias… ese día, ella le contó que una sonrisa totalmente satisfecha –de una cliente muy especial, que al hacer un movimiento de baile específico pudo, por primera vez, mirarse en el espejo con una mirada compasiva y celebratoria en lugar de la habitual mirada negativa y auto destructiva– ¡Había sacudido su mundo! …Mariela le confesó a su amigo que esa sonrisa la hizo sentir como ninguna otra cosa la había hecho sentir antes. Su amigo le dijo, con su habitual tono calmado: “Mari… es muy simple. Estás descubriendo que coleccionar medallas y títulos no es nada comparado a inspirar a alguien”. ¡Eureka!!! En ese momento aprendíó una valiosa lección: Compartir es mucho más satisfactorio que acumular.