In 1996, 56 volunteers took part in a study to test a new painkiller called Trivaricaine. On each subject, one index finger was covered in the new painkiller while the other remained untouched. Then, both were squeezed in painful clamps. The subjects reported that the treated finger hurt less than the untreated one. This shouldn't be surprising, except Trivaricaine wasn't actually a painkiller, just a fake concotion with no pain-easing properties at all. What made the students so sure this dummy drug had worked? The answer lies in the placebo effect, an unexplained phenomenon wherein drugs, treatments, and therapies that aren't supposed to have an effect, and are often fake, miraculously make people feel better. Doctors have used the term placebo since the 1700s when they realized the power of fake drugs to improve people's symptoms. These were administered when proper drugs weren't available, or if someone imagined they were ill. In fact, the word placebo means "I shall please" in Latin, hinting at a history of placating troubled patients. Placebos had to mimic the real treatments in order to be convincing, so they took the form of sugar pills, water-filled injections, and even sham surgeries. Soon, doctors realized that duping people in this way had another use: in clinical trials. By the 1950s, researchers were using placebos as a standard tool to test new treatments. To evaluate a new drug, for instance, half the patients in a trial might receive the real pill. The other half would get a placebo that looked the same. Since patients wouldn't know whether they'd received the real thing or a dud, the results wouldn't be biased, researchers believed. Then, if the new drug showed a significant benefit compared to the placebo, it was proved effective. Nowadays, it's less common to use placebos this way because of ethical concerns. If it's possible to compare a new drug against an older version, or another existing drug, that's preferable to simply giving someone no treatment at all, especially if they have a serious ailment. In these cases, placebos are often used as a control to fine-tune the trial so that the effects of the new versus the old or alternative drug can be precisely compared. But of course, we know the placebos exert their own influence, too. Thanks to the placebo effect, patients have experienced relief from a range of ailments, including heart problems, asthma, and severe pain, even though all they'd received was a fake drug or sham surgery. We're still trying to understand how. Some believe that instead of being real, the placebo effect is merely confused with other factors, like patients trying to please doctors by falsely reporting improvements. On the other hand, researchers think that if a person believes a fake treatment is real, their expectations of recovery actually do trigger physiological factors that improve their symptoms. Placebos seem to be capable of causing measurable change in blood pressure, heart rate, and the release of pain-reducing chemicals, like endorphins. That explains why subjects in pain studies often say placebos ease their discomfort. Placebos may even reduce levels of stress hormones, like adrenaline, which can slow the harmful effects of an ailment. So shouldn't we celebrate the placebo's bizarre benefits? Not necessarily. If somebody believes a fake treatment has cured them, they may miss out on drugs or therapies that are proven to work. Plus, the positive effects may fade over time, and often do. Placebos also cloud clinical results, making scientists even more motivated to discover how they wield such power over us. Despite everything we know about the human body, there are still some strange and enduring mysteries, like the placebo effect. So what other undiscovered marvels might we contain? It's easy to investigate the world around us and forget that one of its most fascinating subjects lies right behind our eyes.
En 1996, 56 voluntarios participaron en un estudio para probar un nuevo analgésico llamado Trivaricaine. En cada sujeto, un dedo índice se cubría con el nuevo analgésico mientras que el otro permanecía inalterado. Luego, metieron ambos dedos en unas pinzas dolorosas. Los sujetos informaron que el dedo tratado dolía menos que el no tratado. Esto no debería ser sorprendente, excepto porque Trivaricaine no era en realidad un analgésico, solo una falsa pócima sin propiedades analgésicas algunas. ¿Qué hizo que los estudiantes estuvieran seguros de que este fármaco funcionaba? La respuesta radica en el efecto placebo, un fenómeno inexplicado en el que con fármacos, tratamientos y terapias supuestamente beneficiosas, y que con frecuencia son falsas, la gente milagrosamente se siente mejor. Los médicos utilizaron el término placebo, ya en 1700 al ver el poder de los fármacos falsos para mejorar síntomas en las personas. Se administraban cuando no había fármacos adecuados, o cuando alguien se imaginaba que estaba enfermo. De hecho, la palabra placebo significa "complaceré" en latín, haciendo alusión a una historia de aplacar a los pacientes con problemas. Los placebos tenían que imitar tratamientos reales para ser convincentes, por eso tenían forma de pastillas de azúcar, inyecciones llenas de agua, e incluso cirugías simuladas. Pronto, los médicos vieron que engañar a la gente así tenía otro uso, en los ensayos clínicos. Por 1950, los investigadores usaban placebos como herramienta estándar para probar nuevos tratamientos. Para evaluar un nuevo fármaco, por ejemplo, en un ensayo, la mitad de los pacientes recibían la pastilla verdadera. La otra mitad obtenía un placebo con el mismo aspecto. Dado que los pacientes no sabían si habían recibido la verdadera o la falsa los resultados no estarían sesgados, creían los investigadores. Si el nuevo fármaco mostraba beneficios significativos comparado con el placebo, se demostraba su eficacia. Hoy en día, es menos común el uso de placebos por consideraciones éticas. Si es posible comparar un nuevo fármaco con una versión más antigua, u otro fármaco existente, es preferible a simplemente no dar a alguien tratamiento alguno, especialmente si tienen una enfermedad grave. En estos casos, los placebos se utilizan como un control de ajuste fino de modo que los efectos del nuevo fármaco frente al antiguo o alternativo puede ser comparados con precisión. Pero, se sabe que los placebos ejercen su propia influencia, también. Gracias al efecto placebo, los pacientes experimentan alivio en una variedad de dolencias, que incluyen problemas cardíacos, asma, y dolor severo, a pesar de haber recibido una cirugía simulada o fármacos falsos. Todavía estamos tratando de entender porqué. Algunos creen que en lugar de ser real, el efecto placebo se confunde con otros factores, como que los pacientes intentan complacer a los médicos reportando falsas mejoras. Por otra parte, los investigadores piensan que si alguien cree que un tratamiento falso es real, sus expectativas de recuperación realmente hacen desencadenar factores fisiológicos que mejoran sus síntomas. Los placebos parecen poder causar un cambio mensurable de la presión arterial, del ritmo cardiaco, y la liberación de químicos que mitigan el dolor, como las endorfinas. Eso explica por qué los sujetos en estudios de dolor a menudo dicen que los placebos alivian su malestar. Los placebos pueden incluso reducir los niveles de las hormonas del estrés, como la adrenalina, lo que puede ralentizar los efectos nocivos de una dolencia. Así que ¿no deberíamos celebrar los extraños beneficios del placebo? No necesariamente. Si alguien cree que un tratamiento falso le ha curado, puede perder la oportunidad de usar fármacos o terapias de demostrada eficiencia. Además, los efectos positivos pueden desaparecer con el tiempo, y a menudo lo hacen. Los placebos pueden enturbiar los resultados clínicos, lo que motiva a los científicos aún más para investigar la forma cómo ejercen tanto poder sobre nosotros. A pesar de todo lo que sabemos sobre el cuerpo humano, todavía hay algunos misterios extraños y perdurables, como el efecto placebo. Entonces, ¿qué otras maravillas por descubrir podrán existir? Es fácil investigar el mundo que nos rodea y olvidar que uno de los temas más fascinantes se encuentra justo detrás de los ojos.