I'm Denice Frohman, and this is "Accents." my mom holds her accent like a shotgun, with two good hands. her tongue, all brass knuckle slipping in between her lips her hips, are all laughter and wind clap. she speaks a sanchocho of spanish and english, pushing up and against one another, in rapid fire there is no telling my mama to be "quiet," my mama don't know "quiet." her voice is one size better fit all and you best not tell her to hush, she waited too many years for her voice to arrive to be told it needed house keeping. English sits in her mouth remixed so "strawberry" becomes "eh-strawbeddy" and "cookie" becomes "eh-cookie" and kitchen, key chain, and chicken all sound the same. my mama doesn't say "yes" she says, "ah ha" and suddenly the sky in her mouth becomes a Hector Lavoe song. her tongue can't lay itself down flat enough for the English language, it got too much hip too much bone too much conga too much cuatro to two step got too many piano keys in between her teeth, it got too much clave too much hand clap got too much salsa to sit still it be an anxious child wanting to make Play-Doh out of concrete English be too neat for her kind of wonderful. her words spill in conversation between women whose hands are all they got sometimes our hands are all we got and accents that remind us that we are still bomba, still plena you say "wepa" and a stranger becomes your hermano, you say "dale" and a crowd becomes a family reunion. my mother's tongue is a telegram from her mother decorated with the coqui's of el campo so even when her lips can barely stretch themselves around english, her accent is a stubborn compass always pointing her towards home.
Soy Denice Frohman, y esto es "Acentos". Mamá empuña su acento como una escopeta, con dos buenas manos; su lengua es como un puño de acero que resbala entre sus labios; sus caderas son todo risas y ráfagas de viento. Habla un sancocho de español e inglés, forzando una lengua con la otra, a todo ritmo, no hay cómo decirle a mamá que se "calle"; mamá no sabe qué es "callarse". Su voz se adapta a todo y es mejor no mandarla a callar, esperó muchos años a tener su propia voz como para decirle que debe pulirla. El inglés de su boca sale remezclado así "strawberry" se torna "eh-strawbeddy" y "cookie" se vuelve "eh-cookie" y "kitchen", "key chain", y "chicken" suena todo igual. Mamá no dice "yes", ella dice "ajá", y de repente el cierlo en su boca se vuelve una canción de Héctor Lavoe. No puede aplanar su voz lo suficiente para el idioma inglés, tiene demasiada cadera, demasiado hueso, demasiada conga, demasiado cuatro para dos pasos, tiene demasiadas teclas de piano entre sus dientes, demasiada clave, demasiadas palmas, demasiada salsa para estar quieta. Es como una niña ansiosa que quiere hacer masa de modelar con el concreto. El inglés es demasiado pulcro para su estilo maravilloso. Sus palabras fluyen en la conversación entre mujeres cuyas manos son todo lo que tienen; a veces las manos son todo lo que tenemos, y los acentos, aquello que nos recuerda que aún somos bomba, todavía plena; uno dice "uepa" y un extraño se vuelve tu hermano; uno dice "dale" y una multitud se vuelve familia. La lengua de mi madre es un telegrama de su madre decorado con el coqui del campo, por eso, aunque sus labios apenas puedan adaptarse al inglés, su acento es una brújula obstinada que apunta siempre en dirección a su hogar.