It’s April 10th, 1815, and in just a few moments, the sun is going to disappear. On an island in present-day Indonesia, Mount Tambora erupts with a boom that can be heard over 2,000 kilometers away. Sulfurous plumes of steam and ash billow thousands of meters into the sky, forming dark storm clouds of soot and lightning. This eruption will go down as the largest in recorded history, but, at this point, its impact is only just beginning. Ascending high into the atmosphere, Tambora’s emissions spread across the globe, blotting out the sun for almost an entire year. The hazy skies and cold weather of 1816 wreak havoc on agriculture, leading to famines all across the Northern Hemisphere. Nations struggle with epidemics, and artists craft bleak tributes to these seemingly apocalyptic times. This was the year without summer— literally one of the darkest periods in human history. So why are some modern researchers looking for ways to repeat it?
Es el 10 de abril, del año 1815, y en tan solo unos momentos, el sol desaparecerá. En una isla de la actual Indonesia, el Monte Tambora hace erupción con un estruendo que puede escucharse a más de 2,000 km de distancia. Columnas de vapor de sulfuro y ceniza, se elevan a kilómetros en el cielo, formando nubes oscuras de tormenta de hollín y relámpagos. Esta erupción se convertirá en la erupción más grande en la historia documentada. Pero este es apenas el comienzo de lo que acontecerá. Ascendiendo muy alto en la atmósfera, emisiones del Tambora se diseminarán a lo largo de todo el mundo, ocultando la luz del sol por casi todo un año. Los cielos nebulosos y el clima frío del año 1816 causarán estragos en la agricultura, ocasionando hambrunas a través de todo el Hemisferio Norte. Naciones batallarán contra epidemias, y los artistas crearán obras deprimentes para estos tiempos apocalípticos. Este fue el año sin verano. Literalmente uno de los periodos más oscuros de la historia humana. Entonces ¿por qué hay investigadores modernos intentando replicar esto?
Obviously, no one wants to replicate this period’s famine and despair. But some scientists are interested in using sulfurous haze to block out the sun, and hopefully, slow the effects of global warming. This is one of many proposals in the realm of geoengineering— a class of deliberate, large-scale interventions in Earth’s natural systems intended to help restrain climate change. Different geoengineering schemes intervene in different systems. Any plans to cool the planet by blocking the amount of sunlight reaching the earth would fall in the category of solar radiation management. Some of these proposals are massive in scale, such as suggestions to create a helpful version of volcanic plumes or build a giant sunshade in Earth’s orbit. Others are more limited, focusing on enhancing natural cooling systems. For example, researchers might enlarge marine clouds or make Earth reflect more sunlight by building huge swaths of white surfaces.
Obviamente, nadie quiere repetir este tiempo de hambruna y desesperanza. Pero hay científicos interesados en usar brumas de sulfuro para tapar el sol, y, con fortuna, poder alentar los efectos del calentamiento global. Esta es una de las tantas propuestas en el ámbito de la geoingeniería, una clase que trata de intervenciones deliberadas y a gran escala en los sistemas naturales de la Tierra, con el propósito de contener el cambio climático. Esquemas de geoingeniería diferentes intervienen en otros sistemas. Cualquier plan en mente para enfriar el planeta al bloquear la luz del sol caería en la categoría de gestión de la radiación solar. Algunas de estas propuestas son enormes en escala, una de ellas es crear una versión benévola de columnas volcánicas o construir una sombrilla gigante que orbite la Tierra. Otros son más limitados, enfocados en el mejoramiento de sistemas naturales de enfriamiento. Como ejemplo, los investigadores podrían agrandar nubes marítimas o hacer que la Tierra refleje más luz del sol al construir hileras enormes de superficies blancas.
Many of these plans sound more than a little strange. But there’s reason to believe they might work, not least because of natural events like the eruption of Tambora. Scientists know that volcanic eruptions have periodically cooled the climate. Both the Pinatubo eruption in 1991 and 1883′s blast of Krakatoa reduced global average temperatures by at least half-a-degree Celsius for up to a year. These cooling effects are global and fast acting— but they're also incredibly risky. The Earth is a chaotic system where even the smallest changes can create countless unpredictable ripple effects. We know that cooling temperatures impacts precipitation, extreme weather, and other climate phenomena, but it’s difficult for even the most advanced computer models to predict how or where these consequences will occur. One country’s solar radiation management might be another country’s unnatural disaster, causing extreme weather or crop failures like those following Tambora’s eruption. And even if these schemes did safely cool the planet, solar radiation management doesn’t address the greenhouse gases that are causing global warming. These solutions are just highly experimental band-aids that the world would have to endure for at least a few decades while we work on actually removing CO2 from the air. And if we pulled that band-aid off prematurely, global temperatures could rapidly rebound, causing a period of intense super warming.
Muchos de estos planes parecen un tanto extrañas. Pero hay razones para creer que sí podrían funcionar, no solo debido por los eventos naturales como la erupción del Tambora. Científicos saben que estos eventos han enfriado el clima periódicamente. Tanto la erupción del Pinatubo en el año 1991, como la del Krakatoa en 1883, redujeron la temperatura global al menos medio grado Celcius por hasta casi un año. Estos efectos de enfriamiento son globales y de rápida acción, pero también son sumamente riesgosos. La Tierra es un sistema caótico donde incluso los cambios más pequeños pueden crear innumerables efectos dominó que no pueden predecirse. Sabemos que las temperaturas de refrigeración impactan a la lluvia, temperaturas extremas, y otros fenómenos climáticos, pero es complicado, incluso para los modelos informáticos más modernos predecir cómo y dónde estas consecuencias tendrán lugar. La gestión de radiación solar de un país podría ser el desastre anormal de otro país, causando climas extremas o malas cosechas como lo que ocurrió tras la erupción del Tambora. Y aunque estos modelos lleguen a enfriar con seguridad el planeta, la gestión de la radiación solar no atiende a los gases invernadero que ocasionan el calentamiento global. Estas soluciones son curitas altamente experimentales que el mundo tendrá que tolerar por al menos un par de décadas mientras se trabaja en realmente eliminar el CO2 del aire. Y si quitáramos prematuramente ese curita, las temperaturas globales podrían rebotar rápidamente, causando un periodo de calentamiento severo.
For these reasons and more solar radiation management is risky. Today, researchers are running small-scale experiments, such as enhancing marine clouds to protect the Great Barrier Reef from further heating and bleaching. And most scientists agree that we should pursue ways to cut emissions and remove atmospheric CO2 first and foremost. However, there are reasons to keep studying these more aggressive approaches. Desperate times call for desperate measures, and in the future, geoengineering might be civilization’s last resort. Furthermore, some of these plans would be shockingly easy to execute by some rogue actor with enough cash. So we’ll want to be prepared if someone starts geoengineering without governmental approval. But perhaps the most important reason to investigate the impacts of geoengineering is that people are already making large scale interventions in the atmosphere. In many ways, climate change is an unintended geoengineering project fueled by the emissions generated from centuries of burning fossil fuels. And unless we take action to curb emissions and draw CO2 out of the atmosphere soon, summer may never be the same again.
Por estas razones y más, la gestión de la radiación solar es riesgosa. Actualmente, los investigadores realizan experimentos a pequeña escala, como la mejora de las nubes marinas para evitar que el Gran Arrecife Coralino se siga calentando y despintando. Muchos científicos dicen que deberíamos encontrar formas de cortar emisiones y eliminar, primero que nada, el CO2 atmosférico. Sin embargo, hay razones para seguir estudiando estas estrategias agresivas. Tiempos desesperaados exigen medidas extremas, y en el futuro, la geoingeniería podría ser el último recurso de la civilización. Además, algunos de estos planes podrían ser muy fáciles de hacer por algún agente rebelde con recursos suficientes. Deberíamos estar preparados cuando alguien comience a hacerlo sin siquiera tener permiso del gobierno. Pero, quizás la razón para investigar el impacto de la geoingeniería es que la gente ya está creando intervenciones a gran escala sobre la atmósfera. Podría decirse que el cambio climático es un proyecto no deseado de geoingeniería alimentado por las emisiones, generado por los siglos de la quema de combustibles fósiles. Y, a menos que tomemos acción muy pronto para contener emisiones y extraigamos el CO2 de la atmósfera, el verano podría no volver a ser el mismo otra vez.