A confession: I am an archaeologist and a museum curator, but a paradoxical one. For my museum, I collect things, but I also return things back to where they came from. I love museums because they're social and educational, but I'm most drawn to them because of the magic of objects: a one-million-year-old hand axe, a totem pole, an impressionist painting all take us beyond our own imaginations. In museums, we pause to muse, to gaze upon our human empire of things in meditation and wonder. I understand why US museums alone host more than 850 million visits each year.
Una confesión: soy arqueólogo y curador de museos, pero un curador paradójico. Colecciono objetos para mi museo, pero también devuelvo objetos a su lugar de origen. Me encantan los museos por su función social y educativa, pero lo que más atrae es la magia que cada objeto encierra: un hacha de mano elaborada hace un millón de años, un tótem, una pintura impresionista, todas piezas que nos hacen volar con la imaginación. En los museos nos detenemos a reflexionar, a contemplar ese patrimonio de objetos en actitud de meditación y asombro. Es comprensible por qué, tan solo en EE. UU., los museos reciben más de 850 millones de visitas al año.
Yet, in recent years, museums have become a battleground. Communities around the world don't want to see their culture in distant institutions which they have no control over. They want to see their cultural treasures repatriated, returned to their places of origin. Greece seeks the return of the Parthenon Marbles, a collection of classical sculptures held by the British Museum. Egypt demands antiquities from Germany. New Zealand's Maori want to see returned ancestral tattooed heads from museums everywhere. Yet these claims pale in comparison to those made by Native Americans. Already, US museums have returned more than one million artifacts and 50,000 sets of Native American skeletons.
Pero, últimamente, los museos se han transformado en campos de batalla. Hay pueblos de distintas partes del mundo que se resisten a que su cultura se exhiba en instituciones lejanas sobre las que no tienen ningún control. Quieren que sus tesoros culturales sean repatriados, restituidos a su lugar de origen. Grecia reclama la devolución de sus Mármoles del Partenón, una colección de esculturas clásicas alojadas en el Museo Británico. Egipto reclama antigüedades que se encuentran en Alemania. Los maoríes de Nueva Zelanda exigen la devolución de ancestrales cabezas tatuadas exhibidas en museos de todo el mundo. Pero estos reclamos empalidecen frente al reclamo de pueblos nativos de EE. UU. En realidad, los museos de EE. UU. ya han devuelto más de un millón de piezas y 50 000 esqueletos de indígenas estadounidenses.
To illustrate what's at stake, let's start with the War Gods. This is a wood carving made by members of the Zuni tribe in New Mexico. In the 1880s, anthropologists began to collect them as evidence of American Indian religion. They came to be seen as beautiful, the precursor to the stark sculptures of Picasso and Paul Klee, helping to usher in the modern art movement. From one viewpoint, the museum did exactly as it's supposed to with the War God. It helped introduce a little-known art form for the world to appreciate. But from another point of view, the museum had committed a terrible crime of cultural violence.
Para demostrar lo que está en juego, empezaré con los Dioses de la Guerra. Esta es una pieza de madera tallada por miembros de la tribu zuni de Nuevo México. En la década de 1880, los antropólogos comenzaron a coleccionarlos como evidencia de la religión indígena estadounidense. Empezaron a considerarse piezas de gran belleza, precursoras de esculturas notables como las de Picasso y Paul Klee, que propiciaron el movimiento del arte moderno. Por un lado, el museo procedió exactamente como debía con el Dios de la Guerra. Permitió que una forma artística poco conocida pueda ser apreciada por el mundo. Pero por otro lado, el museo había cometido un flagrante delito de violencia cultural.
For Zunis, the War God is not a piece of art, it is not even a thing. It is a being. For Zunis, every year, priests ritually carve new War Gods, the Ahayu:da, breathing life into them in a long ceremony. They are placed on sacred shrines where they live to protect the Zuni people and keep the universe in balance. No one can own or sell a War God. They belong only to the earth. And so Zunis want them back from museums so they can go to their shrine homes to fulfill their spiritual purpose. What is a curator to do? I believe that the War Gods should be returned.
Para los zuni el Dios de la Guerra no es una pieza de arte, ni siquiera un objeto. Es un ser. En la comunidad zuni, en un ritual que se celebra todos los años, los sacerdotes tallan nuevos dioses de la guerra, los "Ahayu:da", y les dan vida en una larga ceremonia. Los colocan en templos sagrados donde viven para proteger al pueblo zuni y mantener el universo en equilibrio. Nadie puede tener ni vender un Dios de la Guerra. Pertenecen a la tierra. Y los zunis quieren rescatarlos de los museos para llevarlos a su hogar, el templo, donde cumplen una misión espiritual. ¿Qué debería hacer un curador? Creo que los dioses de la guerra deberían ser restituidos.
This might be a startling answer. After all, my conclusion contradicts the refrain of the world's most famous archaeologist: "That belongs in a museum!"
Esta respuesta puede sonar extraña. Después de todo, mi conclusión se contradice con la frase pronunciada por el arqueólogo más famoso del mundo: "¡Eso debería estar en un museo!".
(Laughter)
(Risas)
is what Indiana Jones said, not just to drive movie plots, but to drive home the unquestionable good of museums for society.
Es lo que decía Indiana Jones, no solo para respetar el guion de sus películas, sino para subrayar la importancia innegable de los museos en una sociedad.
I did not come to my view easily. I grew up in Tucson, Arizona, and fell in love with the Sonoran Desert's past. I was amazed that beneath the city's bland strip malls was 12,000 years of history just waiting to be discovered. When I was 16 years old, I started taking archaeology classes and going out on digs. A high school teacher of mine even helped me set up my own laboratory to study animal bones.
No llegué a esta conclusión fácilmente. Crecí en Tucson, Arizona, y me enamoré del pasado del desierto de Sonora. Me maravilló el hecho de que bajo sus aburridos comercios sobre la ruta había 12 000 años de historia esperando ser descubierta. A los 16 años, empecé a tomar clases de arqueología y a hacer excavaciones. Un profesor del secundario hasta me ayudó a poner mi propio laboratorio para estudiar huesos de animales.
But in college, I came to learn that my future career had a dark history. Starting in the 1860s, Native American skeletons became a tool for science, collected in the thousands to prove new theories of social and racial hierarchies. Native American human remains were plundered from graves, even taken fresh from battlefields. When archaeologists came across white graves, the skeleton was often quickly reburied, while Native bones were deposited as specimens on museum shelves. In the wake of war, stolen land, boarding schools, laws banning religion, anthropologists collected sacred objects in the belief that Native peoples were on the cusp of extinction. You can call it racism or colonialism, but the labels don't matter as much as the fact that over the last century, Native American rights and culture were taken from them.
Pero en la universidad me di cuenta de que mi futuro empleo tenía una historia oscura. A partir de 1860, los esqueletos de los pueblos nativos de EE. UU. empezaron a ser usados por la ciencia, a recolectarse de a miles para probar nuevas teorías sobre las jerarquías sociales y raciales. Los restos humanos de estos pueblos fueron profanados de sus tumbas, algunos incluso tomados directamente de los campos de batalla. Cuando los arqueólogos encontraban tumbas de blancos, el esqueleto era rápidamente vuelto a sepultar, y los restos óseos de los nativos eran exhibidos en museos. Como resultado de la guerra, las tierras robadas, las escuelas de internado y leyes antirreligiosas, los antropólogos tomaron objetos sagrados creyendo que los pueblos indígenas estaban al borde de la extinción. Llamémosle racismo o colonialismo; no importan los rótulos, sino el hecho de que en el último siglo los pueblos nativos de EE. UU. fueron despojados de sus derechos y su cultura.
In 1990, after years of Native protests, the US government, through the US Congress, finally passed a law that allowed Native Americans to reclaim cultural items, sacred objects and human remains from museums. Many archaeologists were panicked. For scientists, it can be hard to fully grasp how a piece of wood can be a living god or how spirits surround bones. And they knew that modern science, especially with DNA, can provide luminous insights into the past. As the anthropologist Frank Norwick declared, "We are doing important work that benefits all of mankind. We are not returning anything to anyone."
En 1990, luego de años de reclamos encabezados por estos pueblos, el gobierno de EE. UU., a través del Congreso, por fin aprobó una ley que les dio el derecho a reclamar piezas culturales, objetos sagrados y restos humanos a los museos. Muchos arqueólogos se asustaron. Para los científicos, puede ser difícil de entender que un trozo de madera pueda ser un dios viviente o que los huesos puedan estar rodeados de espíritus. Y ellos sabían que la ciencia moderna, especialmente con el ADN, puede echar luz sobre el pasado. Como dijo el antropólogo Frank Norwick, "Estamos haciendo un trabajo muy importante para beneficio de toda la humanidad. No vamos a devolver nada a nadie".
As a college student, all of this was an enigma that was hard to decipher. Why did Native Americans want their heritage back from the very places preserving it? And how could scientists spend their entire lives studying dead Indians but seem to care so little about living ones?
Como estudiante universitario, todo esto me resultaba un enigma difícil de descifrar. ¿Por qué estos pueblos nativos quieren recuperar su patrimonio y retirarlo de los sitios que lo están preservando? Y ¿cómo es posible que los científicos dediquen toda una vida al estudio de indígenas muertos, pero se preocupen tan poco de los vivos?
I graduated but wasn't sure what to do next, so I traveled. One day, in South Africa, I visited Nelson Mandela's former prison cell on Robben Island. I had an epiphany. Here was a man who helped a country bridge vast divides to seek, however imperfectly, reconciliation. I'm no Mandela, but I ask myself: Could I, too, plant seeds of hope in the ruins of the past?
Cuando me gradué, no sabía qué rumbo tomar, así que decidí viajar. Un día, en Sudáfrica, visité la celda que ocupó Nelson Mandela en la prisión de Robben Island. Y allí tuve una revelación. Allí estuvo un hombre que ayudó a un país a zanjar enormes brechas para llegar, aunque con imperfecciones, a la reconciliación. No soy ningún Mandela, pero me pregunto: ¿Podría también yo plantar semillas de esperanza sobre las ruinas del pasado?
In 2007, I was hired as a curator at the Denver Museum of Nature and Science. Our team agreed that unlike many other institutions, we needed to proactively confront the legacy of museum collecting. We started with the skeletons in our closet, 100 of them. After months and then years, we met with dozens of tribes to figure out how to get these remains home. And this is hard work. It involves negotiating who will receive the remains, how to respectfully transfer them, where will they go. Native American leaders become undertakers, planning funerals for dead relatives they had never wanted unearthed.
En 2007, fui contratado como curador en el Museo de Naturaleza y Ciencia de Denver. Nuestro equipo quiso diferenciarse de otras instituciones y decidir de manera proactiva qué hacer con el legado del museo. Empezamos por los esqueletos en nuestro propio armario, que eran 100. Luego de meses y hasta años, nos contactamos con docenas de tribus para ver la manera de restituir esos restos a su lugar de origen. Y este es un arduo trabajo. Implica negociar quién recibirá los restos, cómo trasladarlos en un marco de respeto, cuál será su destino. Los líderes indígenas de EE. UU. se transforman en sepultureros, al tener que organizar funerales de familiares fallecidos, desenterrados sin su consentimiento.
A decade later, the Denver Museum and our Native partners have reburied nearly all of the human remains in the collection. We have returned hundreds of sacred objects. But I've come to see that these battles are endless. Repatriation is now a permanent feature of the museum world. Hundreds of tribes are waiting their turn. There are always more museums with more stuff. Every catalogued War God in an American public museum has now been returned -- 106, so far -- but there are more beyond the reach of US law, in private collections and outside our borders.
Una década después, el Museo Denver y nuestros socios indígenas han vuelto a enterrar casi todos los restos humanos de la colección. Hemos devuelto cientos de objetos sagrados. Pero caí en la cuenta de que estas batallas no tienen fin. La repatriación es actualmente una política permanente de los museos. Cientos de tribus aguardan su turno. Siempre hay más museos con más cosas. Los Dioses de la Guerra registrados en los museos públicos de EE. UU. ya han sido devueltos, 106 hasta ahora, pero existen otros que escapan al control de la ley de nuestro país, integran colecciones privadas y están fuera de la frontera.
In 2014, I had the chance to travel with a respected religious leader from the Zuni tribe named Octavius Seowtewa to visit five museums in Europe with War Gods. At the Ethnological Museum of Berlin, we saw a War God with a history of dubious care. An overly enthusiastic curator had added chicken feathers to it. Its necklace had once been stolen. At the Musée du quai Branly in Paris, an official told us that the War God there is now state property with no provisions for repatriation. He insisted that the War God no longer served Zunis but museum visitors. He said, "We give all of the objects to the world." At the British Museum, we were warned that the Zuni case would establish a dangerous precedent for bigger disputes, such as the Parthenon Marbles, claimed by Greece.
En 2014, tuve la oportunidad de viajar con un respetado líder religioso de la tribu zuni, Octavius Seowtewa, para visitar cinco museos europeos que alojaban dioses de la guerra. En el Museo Etnológico de Berlín, encontramos un dios de la guerra que había sido dudosamente cuidado. Un curador por demás entusiasta le había puesto plumas de gallina. Una vez le robaron el cuello. En el Musée du quai Branly de París, un funcionario nos informó que el Dios de la Guerra allí exhibido es ahora propiedad del Estado, sin posibilidad de ser repatriado. Insistía que el Dios de la Guerra ya no servía a los zuni sino a los visitantes del museo. Dijo: "Mostramos todos los objetos al mundo". En el Museo Británico, nos advirtieron que el caso de los zuni podía establecer un peligroso precedente para disputas más grandes, como los Mármoles del Partenón que Grecia reclama.
After visiting the five museums, Octavius returned home to his people empty-handed. He later told me, "It hurts my heart to see the Ahayu:da so far away. They all belong together. It's like a family member that's missing from a family dinner. When one is gone, their strength is broken."
Luego de visitar los cinco museos, Octavius regresó a su comunidad con las manos vacías. Tiempo después, me dijo: "Me parte el corazón ver a los Ahayu:da tan lejos. Son todos parte de una misma cosa. Es como si alguien de la familia estuviera ausente en la cena familiar. Cuando un miembro no está, la fuerza colectiva se desmorona".
I wish that my colleagues in Europe and beyond could see that the War Gods do not represent the end of museums but the chance for a new beginning. When you walk the halls of a museum, you're likely just seeing about one percent of the total collections. The rest is in storage. Even after returning 500 cultural items and skeletons, my museum still retains 99.999 percent of its total collections. Though we no longer have War Gods, we have Zuni traditional pottery, jewelry, tools, clothing and arts. And even more precious than these objects are the relationships that we formed with Native Americans through the process of repatriation. Now, we can ask Zunis to share their culture with us.
Me gustaría que mis colegas de Europa y otros lugares vieran que los Dioses de la Guerra no representan el fin de los museos, sino la posibilidad de un nuevo comienzo. Cuando uno recorre un museo, lo que ve es tan solo el 1 % de la colección completa. El resto está almacenado. Aun habiendo devuelto 500 piezas culturales y esqueletos, mi museo sigue conservando el 99,99 % de su colección completa. Si bien ya no tenemos a los dioses de la guerra, nos queda la alfarería tradicional de los zuni, su orfebrería, herramientas, vestimenta y piezas de arte. Pero hay algo más preciado que estos objetos, y es la relación que forjamos con los pueblos nativos de EE. UU. durante el proceso de repatriación. Ahora podemos pedirles a los zuni que compartan su cultura con nosotros.
Not long ago, I had the chance to visit the returned War Gods. A shrine sits up high atop a mesa overlooking beautiful Zuni homeland. The shrine is enclosed by a roofless stone building threaded at the top with barbed wire to ensure that they're not stolen again. And there they are, inside, the Ahayu:da, 106 War Gods amid offerings of turquoise, cornmeal, shell, even T-shirts ... a modern gift to ancient beings. And standing there, I got a glimpse at the War Gods' true purpose in the world. And it occurred to me then that we do not get to choose the histories that we inherit. Museum curators today did not pillage ancient graves or steal spiritual objects, but we can accept responsibility for correcting past mistakes. We can help restore dignity, hope and humanity to Native Americans, the very people who were once the voiceless objects of our curiosity. And this doesn't even require us to fully understand others' beliefs, only that we respect them. Museums are temples to things past. Now they must also become places for living cultures.
Hace poco tuve la oportunidad de visitar los dioses de la guerra que fueron restituidos. Un templo emplazado en una meseta con vista a la bella tierra de los zuni. El templo está rodeado de una construcción de piedras, a cielo abierto, bordeado de alambres de púa para asegurarse de que no fueran sustraídos nuevamente. Y allí están, en el tempo, los Ahayu:da, 106 Dioses de la Guerra entre ofrendas de turquesas, harina de maíz, conchillas, hasta camisetas... un presente moderno para seres ancestrales. Y desde allí pude ver el verdadero propósito de los dioses de la guerra en el mundo. Y en ese momento comprendí que no podemos elegir las historias que heredamos. Los curadores de museos ya no saqueamos tumbas antiguas ni sustraemos objetos espirituales, pero podemos asumir la responsabilidad de corregir errores del pasado. Podemos contribuir a devolver la dignidad, la esperanza y la humanidad a los nativos de EE. UU., el mismo pueblo que alguna vez fue objeto sin voz de nuestra curiosidad. Y ni siquiera es necesario que comprendamos a fondo las creencias de otros pueblos, basta con que los respetemos. Los museos son templos del pasado. Ahora deben ser también sitios de una cultura viviente.
As I turned to walk away from the shrine, I drank in the warm summer air, and I watched an eagle turn lazy circles high above. I thought of the Zunis, whose offerings ensure that their culture is not dead and gone but alive and well, and I could think of no better place for the War Gods to be.
Cuando me dispuse a salir del templo, sentí el cálido aire del verano, y vi un águila que desde lo alto volaba lentamente en círculos. Pensé en los zuni, cuyas ofrendas son la demostración de que su cultura no está muerta, sino sana y salva, y pensé que no había mejor lugar que ese para albergar a los dioses de la guerra.
Thank you.
Gracias.
(Applause)
(Aplausos)